Cuando adquieres por primera vez el uso de razón, el mundo que te rodea cobra un sentido. Hay edades donde ciertas cosas nos parecen importantes, aunque más tarde, nos demos cuenta de que esos detalles no lo son.
Sin embargo, lo que creo que nunca olvidaré por mucho tiempo que pase es lo que me ocurrió el pasado mes de agosto.
Hacía mucho calor y yo estaba en la terraza sin saber muy bien lo que hacer, cuando me puse a leer el periódico. Y entonces, lo vi. En primer plano, había una noticia que hablaba de un joven marbellí enfermo de leucemia, Pablo Ráez.
Fueron horas y más horas las que pasé investigando acerca de él en las redes sociales. El tiempo se me pasó veloz como la pólvora a medida que iba conociendo su historia en Internet. No hubo ni un solo día en que no mirara las noticias para ver cómo evolucionaba y sobre todo, me interesaba por su entereza ante la enfermedad.
A pesar de sus veinte años, me sorprende su madurez. El hecho de que nunca se rinda y que esté luchando por conseguir que un millón de personas que conviertan en donantes. Personas que con este gran gesto altruista, están ayudando a salvar vidas.
Por desgracia, yo aún no tengo la edad necesaria para ello, pero no quiero resignarme a no hacer nada. Por lo pronto, he animado a mis padres y amigos a que se interesen por el tema y ellos están dispuestos a aportar su granito de arena; así que el pasado tres de octubre, cuando la unidad móvil de donación de sangre se desplazó hasta mi pueblo, nos informamos de los trámites a seguir para ser donantes y no es nada complicado.
Cierto es que no tengo demasiado claro a qué quiero dedicarme en el futuro. Han sido muchas las veces las que he cambiado de opinión, pero de lo que sí estoy completamente segura es de que cuando llegue el momento oportuno, me gustaría ser donante.
En resumen, este chico ha logrado que yo viera el mundo de manera diferente. Espero que encuentre un donante compatible y que por fin se recupere. Él me ha hecho valorar todo lo que tengo.
Gracias, Pablo Ráez. Eres un ejemplo a seguir.
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