miércoles, 1 de marzo de 2017

Adiós a un grande

Queridos lectores, como podéis ver, empezamos el mes de marzo con una entrada un poquito diferente a las que normalmente publico: Hoy quiero homenajear a un auténtico titán. Un titán que a pesar de padecer una terrible enfermedad, no había nada que le hiciera perder la sonrisa. Eso era lo que más admiraba. Su actitud ante la enfermedad era siempre muy positiva y nunca se rendía, sino todo lo contrario: a través de las redes sociales, ha conseguido que las donaciones en Málaga se dispararan. Incluso, consiguió que una joven estadounidense le donara médula para superar su leucemia. Sí, me estoy refiriendo a Pablo Ráez, ese joven marbellí de 20 años que tanto me marcó este verano y del que ya os hablé un poquito en mi entrada Gladiator.
Por desgracia, estoy escribiendo esto porque en la tarde del 25 de febrero, el cáncer consiguió derrotarlo. Esa noche, la noticia fue Trending Topic en Twitter. Su muerte fue un golpe muy duro para muchas personas, entre las que yo me incluyo. Si soy sincera, cuando me lo dijeron, no era capaz de creérmelo. Me quedé muy sorprendida y llegué a pensar que todo se trataba de una broma de mal gusto, aunque al final, pude comprobar por mí misma que no se trataba de ninguna tontería. En el periódico Sur, su imagen estaba en portada. Hacía un mes que Pablo había dejado de escribir en sus foros de Facebook, Twitter y de Instagram, cosa que le había resultado chocante a sus seguidores. Y para colmo de males, aunque el trasplante no parecía haber funcionado, él seguía luchando y cada vez que se caía, se volvía a levantar como si no hubiera pasado nada. Esa actitud combativa le honra. Las circunstancias lo habían hecho madurar muchísimo y ya no se preocupaba por cosas tontas, cosas que eran más propias de un adolescente, como por ejemplo: las amistades, las chicas, los exámenes, la universidad, salir los viernes con los amigos... No. Él  actuaba y pensaba como un auténtico adulto. Tenía otro tipo de preocupaciones, como buscar donantes de médula que pudieran ayudarle a él y a otras personas enfermas.
Yo sinceramente, también creía que se iba a recuperar. Que Pablo Ráez sería una de personas que afortunadamente, sería capaz de seguir adelante y de llevar una vida lejos de la quimioterapia, radiografías y de las constantes pruebas médicas. Pero no. Esta historia no ha acabado con un final feliz. Una vez más, lo malo, lo que ya era muy predecible, no se ha hecho esperar. Por mucho que quisiéramos tapar lolo evidente, al final hemos tenido que hacerlo.
Yo no conocí a Pablo Ráez, pero lo que sí sé es que era una gran persona y me gustaría haberlo hecho. Él me hizo reflexionar sobre la donación, ese gesto altruista que no cuesta nada y me hizo plantearme el ser donante y en un futuro estudiar medicina.
Ahora, Pablo Ráez descansa en paz, pero lo que quiero que sepa todo el mundo es que aunque una persona esté muerta, aunque ya no podamos verle nunca más, esa persona está viva en nuestros corazones.
¡SIEMPRE FUERTE!

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