domingo, 14 de mayo de 2017

RELATOS: El recuentro (capítulo 1)

Parece que fue ayer cuando Carlos y yo, dos jóvenes malagueños sin miedo a nada, nos embarcamos de lleno en una de las grandes aventuras de nuestra vida.
Cuando estaba en cuarto de la ESO, mi profesora de Lengua decidió organizar un viaje al Nuevo Teatro Alcalá de Madrid para ver el musical de Dirty Dancing y los lugares más emblemáticos de la capital. Pero cuando me enteré que los compañeros de segundo y de tercero de la ESO también iban a la excursión, caí en la cuenta de que me pasaría la semana entera haciendo de canguro de mi hermano de trece años.

 Mi madre se alegró muchísimo al enterarse, puesto que creía que iba a ser una gran experiencia para ambos. Y un mes más tarde, de camino a la estación de AVE, la pobre no paraba de bombardearnos con frases como:"tened cuidado, usad siempre la cabeza, no os despeguéis del grupo y ¡pasadlo bien!".
Así que, tras despedirme de mi madre, que no hacía más que mover la mano efusivamente y llorar de la "emoción" desde el andén,  me senté en el primer lugar que encontré vacío, y al lado mía tomó asiento mi hermano. Nada más acomodarme, la pija de Ana Álvarez me pegó un pellizco.
Ese año,  Ana no estaba en mi clase y a pesar de que habíamos coincidido en cursos anteriores, nunca me había caído bien. Sus padres son ricos y la niña estaba cada dos por tres presumiendo de sus modelitos nuevos de marca o del novedoso maquillaje que llevaba. Recuerdo que no paraba de hacer comentarios molestos y de menospreciar a los que no consideraba a su "altura". Por supuesto, para ella yo era uno de esos, por lo que las burlas hacia mí habían sido frecuentes. No soportaba tener que dirigirle la palabra a esa creída.
-¿Manuel, ese quién es? ¿Tu hermano Carlos? - preguntó con su voz aflautada.
-¡Qué preguntas me haces, por favor! Claro que es mi hermano. Somos dos gotas de agua, también nos llevamos muy bien -dije con toda la ironía del mundo.
Carlos alzó una ceja, un poco sorprendido por mi apreciación , mientras Ana se quedó pensativa, sin saber cómo reaccionar. Hizo una ruidosa pompa con el chicle y abrió la boca:
-Sinceramente, no os parecéis, qué quieres que te diga. Y tampoco creo que sea tan arrogante como tú -se acercó a él e hizo un amago de agarrarle la mano-.¿Sabes que Manuel está todo el día hablando de ti? Pero no sobre lo que tú crees. Dice que eres muy pesado y que siempre estás encima de él, atosigándolo sin parar. ¿No te has dado cuenta de la mueca que ha hecho al sentarse contigo? Él quería estar al lado de su mejor amigo. Dice que no te soporta. Mira, es ese de ahí- y señaló a Rafa, un muchacho rubio. - Lo siento, guapo. Esa es la cruda realidad.
No olvidaré nunca esa mirada. Cuando Ana acabó, Carlos me miró como nunca antes lo había hecho. Su rostro infantil y angelical brillaba por su ausencia, al contrario, sus facciones reflejaban dolor y  desencanto. Sus grandes ojos verdes, que siempre tenían un brillo especial, se notaban sumidos en una gran tristeza.
-No la creerás, ¿verdad? - fue lo único que acerté a decir.
-Yo... tengo que ir un momento al baño. Disculpad.
Y salió corriendo.
-¡Maldita arpía!¿Por qué has tenido que mentirle? ¿Acaso te había hecho algo? ¿Es que yo te he hecho algo? Si es así, ten por lo menos el valor de decírmelo.
-No es una mentira, Manuel. ¿Crees que soy tonta? Te he escuchado un montón de veces rajar sobre Carlos con tus "amigos" y la verdad es que lo tratas fatal -explicó alterada remarcando la última palabra con retintín-. ¿Es mentira que preferirías sentarte con Rafa?
Miré a Rafa buscando comprensión, pero lo único que encontré fue un absoluto rechazo.
-Lo siento, Manu. Pero es verdad lo que dice y lo corroboro. Lo sabes bien.
Estaba que me subía por las paredes.
-Bueno, vale. Es  que a veces mi hermano me saca de mis casillas. Es un poco pesado, pero en el fondo me cae bien. Me llevo bien con él.
-Pues díselo. Dile todo eso que me has dicho y sobre todo, pídele perdón. ¡Ah! Y antes de irte, quería decirte una cosa. La pregunta que te he hecho antes no iba con mala intención. ¡Nunca había visto a Carlos hasta ahora! Es verdad que es un poco inocente, pero nunca habría querido hacerle daño.  Pero ha sido tu contestación lo que me ha dejado ciega. ¿No has visto cómo te mira cuando hablas? ¡Parecía que estaba ante un dios! Creo que te quiere mucho, aunque tú no te des cuenta.  Eres todo un referente para él.
-¿Ah, sí? Dame una razón para creerte.
- A mí me pasaba lo mismo con María, mi hermana mayor. ¡Siempre estaba metida en su cuarto, viendo lo que hacía en cada momento!-y lució una de sus mejores sonrisas, enseñando sus dientes blancos y perfectos.
Me levanté del asiento y  me dirigí al servicio. Parecía que no había nadie, pero no perdí la esperanza de encontrar a Carlos. Estaba cabizbajo, llorando silenciosamente y cogiendo un pañuelo tras otro para sonarse. Pero lo que no me esperaba es que Elena, la chica de mis sueños, se encontrara precisamente allí con él.
 - Oye, ¿me esperas un momento en tu asiento? Voy a hacer una cosa importante. Ya vengo.-Cuando Carlos se fue, Elena se acercó a mí.- ¿Sabes que no se lo merece, verdad?-me reprochó.
 -¿A qué te refieres?
-No te hagas el tonto. - Elena suspiró y se apartó un  mechón de pelo de la cara, mientras que yo me quedaba mirando embobado -. Sabes perfectamente de qué te hablo. ¿Por qué le has dicho eso a Carlos?
Ahora era yo el que rabiaba.
-¡Yo no he sido! Fue Ana.
-¿Ana? ¿Mi prima Ana? -parecía realmente sorprendida.
-Sí, la misma. Ana Álvarez.
-Pero, ¿por qué? Ana no es mala chica, pero cuando la molestan, ella contraataca sin ningún tipo de miramiento.
-Bueno, ahora que lo dices... Me hice un poco el chulo con ella. Durante tres malditos años ha estado burlándose de mí y ahora de pronto se digna a hablarme como si no hubiera pasado nada. Como si hubiéramos sido amigos toda la vida.
-Mmm... ¿Y le has pedido perdón?
-¿A Ana? ¡Claro que no! ¿Después de que haya hecho que Carlos y yo nos peleáramos?

-Yo lo haría. Y también se lo diría a Carlos. El pobre está destrozado. Cuando me lo encontré en la puerta del servicio me dijo que habías cambiado y que eso le preocupaba. Que ya no te juntabas tanto con él y que le rehuías. He pasado diez minutos intentando consolarle y ahora le conozco un poco mejor. Para ser hermanos, no os parecéis en nada.- y aún alterada, se fue, dejándome con la palabra en la boca.

CONTINUARÁ...

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