domingo, 11 de junio de 2017

RELATOS: El reencuentro (capítulo 2)

Tras unas tres horas de viaje en las que permanecí en mi asiento callado, llegamos a la estación, y seguidamente, nos llevaron en autobús al hotel, donde dejamos las maletas. Nos dirigimos inmediatamente al teatro y mi hermano se encontró a Pedro, uno de sus mejores amigos de la infancia, tras lo que comenzó a charlar amistosamente con él, dándole una palmada en la espalda. Mientras, las dos primas se juntaron con otra chica de su pandilla. Le lancé una mirada de complicidad a Rafa, preguntándole si quería acompañarme durante el musical, pero ni siquiera se dignó a devolverme la mirada. Entonces, una voz masculina me despertó de mi ensimismamiento...
-¡Tierra llamando a Manuel García Robledo! Repito. Llamando al señor García. Por favor, dese la vuelta un segundo y pase por la butaca 2 urgentemente. Gracias por su amabilidad.
-¿Te crees gracioso, Pedro? Pues déjame decirte que no lo eres - le contesté un tanto molesto.
El chico abrió los ojos de par en par.
-Pero, ¿de qué hablas, tío? Tendrías que haber visto la cara que habías puesto. Parecía que estabas soñando despierto. Da gracias a que no te haya echado una foto.
Como otras tantas veces, me entraron unas ganas locas de borrarle esa sonrisa imbécil de la cara. Sinceramente, a veces no entendía cómo podía ser Carlos amigo de ese retorcido presuntuoso.
-Deja las bromitas aparte, ¿vale? No es que tenga mucha gracia. ¡Ah, y por cierto, no me llames tío, que aún no tengo sobrinos!
-¡Es que t...! Ay, perdón. Quiero decir, Manuel García Robledo. Es que te hemos estado llamando una y otra vez y no contestabas. Entonces, te hemos visto esa cara de palurdo y hemos tenido que recurrir al plan B. ¿No es cierto?
Mi hermano sonrió un tanto incómodo.
-Bueno, ¿y qué es lo que queríais, si puede saberse?
-Simplemente quería charlar un rato con el hermano mayor de mi amigo. Aunque no sabía que fuera tanta molestia para ti dirigirnos la palabra. Lo tendremos en cuenta, ¿eh, Carlos?-y le dio un suave codazo.
-¡Déjalo ya en paz!- dijo Carlos -. Comprendo perfectamente que quiera estar un rato tranquilo. Y si no quiere hablar con nosotros, lo entiendo aún más. Somos unos críos, ¿sabes?
-Oh. - y ambos agacharon la cabeza, pendientes de sus móviles.
Aún no le había pedido disculpas a Carlos por la pelea de esa mañana y sabía que cuanto más tardara en hacerlo, peores serían las consecuencias. Iba a llamarlos cuando Remedios Sánchez me llamó la atención:
-Señorito García, cállese, que la obra está a punto de empezar. Ya ha tenido tiempo de hablar un rato. Cada cosa a su tiempo, ¿no le parece?
Las dos horas que transcurrieron desde la subida hasta la bajada del telón fueron las más aburridas de mi vida. Los musicales y los teatros me resultaban odiosos, por lo que me sorprendió el hecho de no haberme quedado dormido.
Sin embargo, sí sabía que Carlos estaba disfrutando de la obra. A él le encantaba todo lo relacionado con el mundo del cine y cuando pusimos por primera vez el pie en el recinto, no hizo más que mirar a su alrededor ilusionado. Mientras que yo, prefería darme una vuelta por las calles de Madrid: ir a la Puerta del Sol, al estadio del Real Madrid, al Museo del Prado,...
A las cuatro y media, mientras pensaba en cómo serían aquellos lugares que visitaríamos, el musical acabó. Somnoliento, me alegré de que aquella tortura hubiera llegado a su fin y me acerqué a Elena.
-Oye, Elena, ¿a ti te ha gustado el musical?
-Sí, no ha estado mal. ¿Por qué?
-¡Es que a mí no me ha llamado nada la atención! Vamos, para ver a una pareja bailando durante dos horas y pico no tengo que ir a Madrid. Para eso, mejor veo la tele.
-Ya. Conociéndote, no le habrás prestado atención ni cinco minutos -rió, haciéndome enrojecer.
Volvimos rápidamente al hotel. Al llegar, tiré la mochila en la cama y me tumbé. Aunque no era muy confortable, estaba tan cansado que me quedé dormido en un volapié.
-¡Manuuuu! -¿Sabes dónde está Carlos?
Pedro, que se encontraba a dos centímetros de mi cara, se tumbó a mi lado.
-¿No estaba contigo, eh?
-Sí, pero durante el musical dijo que iba al servicio, y desde entonces no lo he vuelto a ver. No me preocupé por su ausencia por que creí que se habría ido con el resto de compañeros. Sin embargo, cuando les pregunté a estos, me dijeron que no sabían nada de él.
-No, yo creía que estabais juntos, pero veo que me equivocaba. Bueno, creo que era imposible que pasara por su cabeza la idea de venirse conmigo, si ya no me querrá ver ni en pintura.
- ¿Lo dices por lo de hoy? Lo conozco bien, Manuel. Somos amigos desde los dos años y no creo que ha llegado a enfadarse tanto. ¡Ay, se me olvidaba! El asunto es que me preocupé y le dije a tu profesora que no lo veía. Ha llamado a la policía y van a iniciar una búsqueda continuada por todo Madrid. Su foto también se está difundiendo por las redes sociales -tras escuchar el tono de recepción de un mensaje en Whatsapp, Pedro rebuscó en su mochila-. Disculpa, me han mandado un mensaje. ¡Es de Carlos! No es posible, tengo que estar soñando.
Pegué un saltito y asomé tímidamente la cabeza para ver.
-Pues no, no estamos soñando. Oye, dame un momento, a ver lo qué dice- para mi sorpresa, me topé con un conjunto de puntos, emoticonos y palabras sin sentido.-¿Pedro, qué demonios es eso?
-¿Eso? Nada interesante. Es un código especial que nos inventamos . Casi siempre lo usamos para que nadie sepa de lo que estamos hablando. Solamente lo conocemos él y yo. Ahora te digo lo que pone. ¿Cómo, qué está atrapado? ¿Qué dices, tío?
-¿Cómo qué atrapado? ¿De qué habla? Pregúntale.
-Espera, a eso voy ahora. ¡Oh, mierda! Se desconectó hace unos quince minutos, ¿ves? No le llegan los mensajes. Tal vez se le haya acabado la batería o puede que no tenga WiFi.
Me sentí desfallecer. Ahora sí que había perdido a Carlos para siempre.


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