Tras
unas tres horas de viaje en las que permanecí en mi asiento callado,
llegamos a la estación, y seguidamente, nos llevaron en autobús al
hotel, donde dejamos las maletas. Nos dirigimos inmediatamente al
teatro y mi hermano se encontró a Pedro, uno de sus mejores amigos
de la infancia, tras lo que comenzó a charlar amistosamente con él,
dándole una palmada en la espalda. Mientras, las dos primas se
juntaron con otra chica de su pandilla. Le lancé una mirada de
complicidad a Rafa, preguntándole si quería acompañarme durante el
musical, pero ni siquiera se dignó a devolverme la mirada. Entonces,
una voz masculina me despertó de mi ensimismamiento...
-¡Tierra
llamando a Manuel García Robledo! Repito. Llamando al señor García.
Por favor, dese la vuelta un segundo y pase por la butaca 2
urgentemente. Gracias por su amabilidad.
-¿Te
crees gracioso, Pedro? Pues déjame decirte que no lo eres - le
contesté un tanto molesto.
El
chico abrió los ojos de par en par.
-Pero,
¿de qué hablas, tío? Tendrías que haber visto la cara que habías
puesto. Parecía que estabas soñando despierto. Da gracias a que no
te haya echado una foto.
Como
otras tantas veces, me entraron unas ganas locas de borrarle esa
sonrisa imbécil de la cara. Sinceramente, a veces no entendía cómo
podía ser Carlos amigo de ese retorcido presuntuoso.
-Deja
las bromitas aparte, ¿vale? No es que tenga mucha gracia. ¡Ah, y
por cierto, no me llames tío, que aún no tengo sobrinos!
-¡Es
que t...! Ay, perdón. Quiero decir, Manuel García Robledo. Es que
te hemos estado llamando una y otra vez y no contestabas. Entonces,
te hemos visto esa cara de palurdo y hemos tenido que recurrir al
plan B. ¿No es cierto?
Mi
hermano sonrió un tanto incómodo.
-Bueno,
¿y qué es lo que queríais, si puede saberse?
-Simplemente
quería charlar un rato con el hermano mayor de mi amigo. Aunque no
sabía que fuera tanta molestia para ti dirigirnos la palabra. Lo
tendremos en cuenta, ¿eh, Carlos?-y le dio un suave codazo.
-¡Déjalo
ya en paz!- dijo Carlos -. Comprendo perfectamente que quiera estar
un rato tranquilo. Y si no quiere hablar con nosotros, lo entiendo
aún más. Somos unos críos, ¿sabes?
-Oh.
- y ambos agacharon la cabeza, pendientes de sus móviles.
Aún
no le había pedido disculpas a Carlos por la pelea de esa mañana y
sabía que cuanto más tardara en hacerlo, peores serían las
consecuencias. Iba a llamarlos cuando Remedios Sánchez me llamó la
atención:
-Señorito
García, cállese, que la obra está a punto de empezar. Ya ha tenido
tiempo de hablar un rato. Cada cosa a su tiempo, ¿no le parece?
Las
dos horas que transcurrieron desde la subida hasta la bajada del
telón fueron las más aburridas de mi vida. Los musicales y los
teatros me resultaban odiosos, por lo que me sorprendió el hecho de
no haberme quedado dormido.
Sin
embargo, sí sabía que Carlos estaba disfrutando de la obra. A él
le encantaba todo lo relacionado con el mundo del cine y cuando
pusimos por primera vez el pie en el recinto, no hizo más que mirar
a su alrededor ilusionado. Mientras que yo, prefería darme una
vuelta por las calles de Madrid: ir a la Puerta del Sol, al estadio
del Real Madrid, al Museo del Prado,...
A
las cuatro y media, mientras pensaba en cómo serían aquellos
lugares que visitaríamos, el musical acabó. Somnoliento, me alegré
de que aquella tortura hubiera llegado a su fin y me acerqué a
Elena.
-Oye,
Elena, ¿a ti te ha gustado el musical?
-Sí,
no ha estado mal. ¿Por qué?
-¡Es
que a mí no me ha llamado nada la atención! Vamos, para ver a una
pareja bailando durante dos horas y pico no tengo que ir a Madrid.
Para eso, mejor veo la tele.
-Ya.
Conociéndote, no le habrás prestado atención ni cinco minutos
-rió, haciéndome enrojecer.
Volvimos
rápidamente al hotel. Al llegar, tiré la mochila en la cama y me
tumbé. Aunque no era muy confortable, estaba tan cansado que me
quedé dormido en un volapié.
-¡Manuuuu!
-¿Sabes dónde está Carlos?
Pedro,
que se encontraba a dos centímetros de mi cara, se tumbó a mi lado.
-¿No
estaba contigo, eh?
-Sí,
pero durante el musical dijo que iba al servicio, y desde entonces no
lo he vuelto a ver. No me preocupé por su ausencia por que creí que
se habría ido con el resto de compañeros. Sin embargo, cuando les
pregunté a estos, me dijeron que no sabían nada de él.
-No,
yo creía que estabais juntos, pero veo que me equivocaba. Bueno,
creo que era imposible que pasara por su cabeza la idea de venirse
conmigo, si ya no me querrá ver ni en pintura.
-
¿Lo dices por lo de hoy? Lo conozco bien, Manuel. Somos amigos desde
los dos años y no creo que ha llegado a enfadarse tanto. ¡Ay, se me
olvidaba! El asunto es que me preocupé y le dije a tu profesora que
no lo veía. Ha llamado a la policía y van a iniciar una búsqueda
continuada por todo Madrid. Su foto también se está difundiendo por
las redes sociales -tras escuchar el tono de recepción de un mensaje
en Whatsapp, Pedro rebuscó en su mochila-. Disculpa, me han mandado
un mensaje. ¡Es de Carlos! No es posible, tengo que estar soñando.
Pegué
un saltito y asomé tímidamente la cabeza para ver.
-Pues
no, no estamos soñando. Oye, dame un momento, a ver lo qué dice-
para mi sorpresa, me topé con un conjunto de puntos, emoticonos y
palabras sin sentido.-¿Pedro, qué demonios es eso?
-¿Eso?
Nada interesante. Es un código especial que nos inventamos . Casi
siempre lo usamos para que nadie sepa de lo que estamos hablando.
Solamente lo conocemos él y yo. Ahora te digo lo que pone. ¿Cómo,
qué está atrapado? ¿Qué dices, tío?
-¿Cómo
qué atrapado? ¿De qué habla? Pregúntale.
-Espera,
a eso voy ahora. ¡Oh, mierda! Se desconectó hace unos quince
minutos, ¿ves? No le llegan los mensajes. Tal vez se le haya acabado
la batería o puede que no tenga WiFi.
Me
sentí desfallecer. Ahora sí que había perdido a Carlos para
siempre.
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