Odiaba que todo lo que hacía se le antojara irremediable, definitivo. Lo llamaba "el peso de las consecuencias" (...). Envidiaba rabiosamente la despreocupación de las chicas de su edad, su frívolo sentido de la inmortalidad. Deseaba poseer la ligereza que correspondía a sus quince años, pero cuando trataba de alcanzarla no sentía sino la furia con que volaba el tiempo. Y el peso de las consecuencias se volvía insoportable y sus pensamientos empezaban a dar vueltas cada vez más rápido, en círculo más y más estrechos.
Paolo Giordano, La Soledad de los Números Primos. Ed Narrativa Salamandra.
Se había creado un vacío entre nosotros. Solo gracias a las recaídas cuando comprendes cuál es la diferencia entre espacio y vacío: el primero se puede llenar, el segundo te aspira y ya no te suelta. Como en una librería cuyas estanterías faltan libros. Puedes intentar poner otros, pero, inevitablemente, todo se viene abajo.
Nos habíamos resignado. Estábamos seguros de que ya no teníamos ganar de ordenar todos esos libros.
Antonio Dikele Distefano, Fuera LLueve, Dentro También, ¿Paso a Buscarte? Ed. Montena.
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